Por Mouris Salloum George
Con incredulidad y temor, el mundo vio el triunfo de Donald Trump en las recientes elecciones que lo regresan a la presidencia de los Estados Unidos -la profecía auto cumplidora para muchos-. Desde las primeras horas y tras conocerse los resultados, los medios periodísticos fueron inundados con opiniones y análisis sobre las consecuencias de semejante suceso geopolítico.
Si bien es cierto que hay motivos de preocupación sobre el retorno a la Casa Blanca del polémico y arrollador personaje, es pertinente contextualizar los aspectos de mayor interés geoestratégico. Porque una cosa es la retórica electoral y otra, la cruda realidad global con la que se encontrará el republicano al asumir su segundo mandato. Y no es que él no esté al tanto de lo que le espera, de eso y más, pero tampoco debe darse por un hecho.
El caso es que no tiene fácil la tarea en sus pretensiones hegemónicas.
Hoy Estados Unidos es visto por muchos analistas internos y externos como una potencia en declive. Los números más determinantes de cualquier poderío económico y militar no favorecen al otrora gigante global; y como colofón, en cuatro años le crecieron desafíos en todos los frentes.
Solo como ejemplos del contexto adverso que enfrentará el republicano, la administración de Joe Biden le deja un endeudamiento histórico de 35 billones de dólares, y creciendo; una cifra casi igual a su PIB nacional, con un déficit fiscal de -6.4% en el año que concluye, que muchos ven incorregible; encima con una inflación acumulada y con advertencias de recesión global para el año entrante.
Además, Estados Unidos mantiene un enorme déficit en su balanza comercial; mientras China avanzó hasta superarlo en diversos rubros económicos, científicos y tecnológicos, al tiempo de haber ganado presencia irreversible en África y Latinoamérica, otrora mercados bajo dominio estadounidense y europeo. Por si fuera poco, su antípoda el bloque de los BRICS+, sigue creciendo y fortaleciéndose.
Recuérdese que el ya casi octogenario empresario metido a político, enarbola dos principios rectores de su actuación, ya muy conocidos: “Hacer grande a los Estados Unidos otra vez”, y “Estados Unidos, primero”, ante todo. Sobre estos dos ejes centrales ha tejido todo su discurso en asuntos exteriores. Esto ha implicado tratar de tomar ventaja en todo, sin escatimar costos.
Al respecto, lo destacable es que desde su primer periodo de gobierno fue fiel a los mismos. Por tal razón hay un temor fundado de que el entrante mandatario imponga su visión unilateral para llevar a cabo sus exigencias; en ciertos puntos legítimas, como la de controlar la invasión migratoria a su país; la de acabar con la guerra en Ucrania -por los altos costos que le ha significado a USA- y la de ponerle un alto a la competencia desleal del gigante asiático. Además, para el caso de México, reducir el imparable narcotráfico y eliminar a los capos de los cárteles.
Se ha subrayado que entre los países más afectados por el retorno de Trump, están México, China y los de Europa occidental, con su vecina Ucrania.
La principal preocupación de todos es que, con su promesa de imponer aranceles a las importaciones, Trump desate una guerra comercial de efectos catastróficos para el orbe.
Por principio, hay que partir de que el republicano va con todo, cueste lo que cueste. Por lo cual es de suponerse que más temprano que tarde los mayormente afectados con las políticas trumpistas ventajosas, reaccionarán con distintos niveles de intensidad (no obstante, ninguna estrategia para neutralizarlo será exitosa mientras responda a la defensiva).
Si bien Trump llega con una energía y determinación para su edad dignas de encomio, así como con una claridad que lo delata, lo cierto es que son muy grandes sus obstáculos para hacer realidad su sueño MAGA, en cuatro años. En el mejor de los casos avanzará,quizás sus votantes acaben decepcionados. Sobre todo porque en el resto del mundo también hay estrategas dispuestos a jugar sus cartas, que las tienen.
Para el caso de México -vulnerable en los asuntos de migración, narcotráfico y comercio bilateral-, el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, ex precandidato presidencial, respondió que a los aranceles impuestos por Trump a las exportaciones mexicanas, su gobierno responderá con aranceles a los productos estadounidenses. El funcionario -de ánimo dialoguista frente a los estadounidenses-, señaló que ante Trump habrá que negociar con mente fría y con inteligencia.
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