Home » “¡DEL JUEGO AL FUEGO!’”

“¡DEL JUEGO AL FUEGO!’”

“El buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su patria un líder que pretenda hacerse superior a las leyes.” (Cicerón)

¡QUÉ TIEMPOS!

 

Siempre que estamos en convivencia, es común que tengamos discrepancias en cuanto a lo que hacemos o decimos, ya sea por diversión o por ego, usualmente lo hacemos como diversión el mantenernos en nuestra postura y de ahí, pasarnos un rato agradable.

Resulta obvio y, por ende, natural que cada individuo tenga sus propios intereses y como consecuencia, asuma a su manera, la mejor defensa para defender éstos cuando así lo requieren las circunstancias.

En este contexto, vale la pena citar que, si algo tienen estos momentos, es que cada vez más vivimos en una sociedad con grandes diferencias, discrepancias y enconadas posiciones, los cual nos lleva a no sólo crear nuestras propias opiniones, sino a evitar externarlas en lugares y ante gente que no conocemos o bien, distan mucho de respetar diferendos o lograr acuerdos.

Quizás sean detalles de madurez evitar discusiones intrascendentes o ser condescendientes en todos aquellos temas que pueden suscitar polémica; sin embargo, lastimosamente, en la mayoría de los casos, tales hechos suelen venir acompañados de descalificaciones o adjetivos que lastiman.

Tal pareciera que el ejercicio de expresar nuestras ideas, súbitamente se ha vuelto un deporte de alto riesgo en el que lejos de haber ganadores, encontramos derrotados disfrazados con semblante de triunfo y otros que no han perdido por sus dichos, sino únicamente incomodados.

Ese mundo al revés es el símbolo de estos tiempos y, realmente, es algo que no debería ocurrir.

Aún recuerdo que en casa me decían que no se debía tratar “ni de fútbol, ni de religión ni política” en aras de la cordialidad; no obstante, esos temas ya se han extendido de tal manera que a veces, el silencio es la mejor manera de expresar nuestro ánimo de convivencia y, desafortunadamente, no debiera ser así.

Lo que antes era la excepción ahora ya se ha hecho una costumbre; basta ver en las redes sociales que alguien manifiesta una idea distinta para que los radicales emerjan y traten de llevarla hasta el ridículo con tal de mostrar su posición, sin importar que la razón les asista.

A veces pareciera que estar detrás de un dispositivo digital empodera a las personas y las lleva a exhibir su peor versión con tal de pretender colmar sus expectativas de superioridad.

Realmente no entiendo … ¿qué lleva a las personas a atacar a quienes no están en sintonía con su forma de pensar o convicciones?

 

¡LA BARBARIE!

 

Hay películas que muestran escenas atroces en donde unos luchan contra otros hasta despedazarse y, si bien, éstas pueden ser emocionantes por su trama y lo que procuran mostrar, no debieran ser apreciadas en la vida real y mucho menos entre amigos, compañeros o grupos vinculados por un ánimo personal o profesional.

Tan legítimo es expresar su razón o sentir como disentir de las de los demás.
Si convivimos con respeto es válido esperar a que las relaciones se mantengan y consoliden; en el entendido que atentar contra ello es incitar a conflictos y a situaciones incómodas.

Si hay afecto, respeto y libertad, seguramente estaremos en un ambiente de armonía que nos permitirá crecer como personas, sin importar que nuestras razones y sentimientos sean distintos.

Citando las palabras de Friedrich Dürrenmatt: “El legítimo derecho a disentir es un derecho existencial de la persona”. Es una prerrogativa tan humana como valiosa y permite no sólo la libre pluralidad de ideas, sino también que coexistan múltiples ideas de manera libre y sin que entre ellas haya jerarquías o imposiciones.

De hecho, la democracia se basa en ella y las autoridades junto con la sociedad deben establecer mecanismos para garantizarla y consolidarla.

La confrontación de ideas con razones y argumentos será una forma legítima para alcanzar respuestas a las necesidades que se nos presentan; de una rápida mirada a la historia encontramos grandes soluciones a grandes males. Asimismo, sabemos que cuando la sociedad mantiene su cerrazón a la razón, están renunciando al ejercicio del intelecto y, ya sea a corto o largo plazo, enfrentan caos y estancamiento.

No imagino un mundo libre sin considerar el disentimiento como un motor de cambio que favorece la transformación de realidades y paradigmas; sin embargo, cada día existen más gobiernos, sociedades y personas obsesionadas por considerar que su “verdad” es la única y legítima, cerrándose a ideas distintas en el mejor de los casos o lamentablemente, persiguiendo y aplastando en los peores escenarios. Mirar la vida con ojos autoritarios, intolerantes y cerrados, nos lleva a una regresión a comunidades salvajes, donde las palabras sociedad y progreso pasan a ser un artículo de ensueño alejado de la cruda realidad existente.

Y si lo anterior se presenta para las grandes organizaciones, nos quedamos sin habla cuando lo vemos en las familias, amistades o en general, grupos sociales.

Lo burdo que resultan los insultos o maltratos que se dan en las reuniones entre personas con diferente opinión, nos dan a pensar que, si estos temas fueran importantes y hubiera un poder de por medio, presenciaríamos verdaderas masacres que lejos de motivarnos a interactuar, nos llevaría a alejarnos o a convertirnos en esos verdugos que tanto nos incomodan.

Entre más tengo conocimiento de esos actos entre personas como de autoridades me cuestiono más lo siguiente: ¿hay justificación para convertirnos en depredadores de quienes ofertan disensos?

 

ERRORES Y ACIERTOS.

 

Nadie es tan perfecto como para no cometer errores ni para sostener una imagen de alguien que no es; de hecho: “el afán de perfección hace a algunas personas totalmente insoportables (Pearl S. Buck), y que decir de cuando éstas suman a su conducta el afán de reprimir a otros.

Que loco es este mundo que a veces presenciamos como esos insoportables lastiman a otros sin razón o motivo y, tristemente, hay consentimiento del afectado, sea por ignorancia o necesidad; de haber conveniencia, estaríamos también frente a una ausencia de dignidad. Ante esto, por más que procuremos defender a alguien o equilibrar la balanza, sin duda será necesario que la cordura y la mesura aparezcan.

John C. Maxwell mencionaba que “una persona debe ser lo suficientemente grande para admitir sus errores, lo suficientemente inteligente para sacar provecho de ellos y lo suficientemente fuerte para corregirlos”.

Y el error no sólo se refiere al contenido de su mensaje o su acción, sino también a la manera en que lo ha manifestado o lo ha defendido.

Personas sensatas que me han compartido sus experiencias y conocimientos siempre han citado que no hay grandeza en la humillación, en el desprecio o en dañar a otro por tener visiones contrarias a nosotros; sin embargo, si la hay cuando nos tomamos el tiempo para con nuestras palabras o acciones mostramos el camino que abrazamos o el razonamiento adecuado.

Me encantaría mirar un mundo donde la sensatez y la cordura fueran el marco que mostrara las relaciones humanas … ¿crees que esto sea posible?

 

EL SITIO DEL OTRO.

 

En palabra de Alfred de Musset: “la perfección no existe, llegar a comprenderla es un triunfo de la inteligencia humana; desear alcanzarla es la más peligrosa de las locuras”, tan es así que hacerlo puede convertirse en obsesión y una constante frustración por los resultados encontrados.

Atendiendo a lo anterior y si estamos exentos de ella … ¿por qué no procuramos entender otros intereses o razones antes de proceder a su desprecio y consecuente, afectación a otro?

En casa me decían que antes de iniciar un combate era importante analizar los argumentos y hechos que se presentaban, de tal manera que la conclusión de ello, resultara en una confirmación de criterio o bien, un cambio de estrategia para un mayor avance o una adecuada confrontación. De su lectura, no encuentro espacio para la denostación, mucho menos cuando esta se presenta de manera prematura.

Si hablamos de que la libre expresión es un derecho inalienable, su complemento perfecto es su legítima defensa; pretender violentar esto con actitudes, expresiones o acciones es un extremo que lejos de construir nos llevará a la destrucción; entendiendo también que una persona que es lastimada y se siente arrinconada, tarde o temprano reaccionara en una forma que quizás no se pueda controlar y con resultados impensados.

“Ponte en su lugar y analiza qué harías” era una constante en las charlas que nos daban en la escuela para preparar los debates; no obstante, esto resulta una medida adecuada para cualquier confrontación personal o profesional.

Cuando entendemos las circunstancias y sus causas, estamos próximos a una mejor relación humana.

Lo que antes era entretenimiento en las convivencias se ha transformado en rispidez, enconamiento y a veces hasta violencia en los distintos espacios de la sociedad. El juego ha mutado y cada vez más se transforma en fuego dispuesto a alterar las relaciones sociales.

Ante lo aquí expuesto, pareciera que estamos a punto de elegir entre estos extremos: LA DENOSTACIÓN Y SU CORRELATIVA DESTRUCCIÓN O LA RAZÓN Y UN ESPACIO PARA CONSTRUCCIÓN POSITIVA.

Facebook: @RuizRoblesCP22
Twitter: @22Publica
Linkedin: Correduría Pública 22

Posdata: Evento “Medalla Emilio Krieger” realizado por la Asociación Nacional de Abogados Democráticos (ANAD).
Mira el programa con el vínculo: https://www.facebook.com/share/v/1GJ9nnsEi8/


Importante: Síguenos “EN TUS PROPIAS PALABRAS” todos los miércoles de 16 a 18 horas a través de www.wowmx.tv o www.astl.tv … ¡Te esperamos!

Comparte y mantén a tus contactos informados

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *