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“¡EL DUELO A RAS DEL SUELO!”

“Si no eres feliz con lo que tienes, tampoco lo serás con lo que te falta.” (Erich Fromm)

 

LA CERTEZA.

Sabemos que todo lo que empieza tiene que acabar y la vida no es la excepción; nos conciben, nacemos, crecemos y eventualmente … ¡morimos!

Es obvio suponer que todos imaginamos que, al ser una ley de vida, este proceso se dará en forma natural; es decir, sin aspectos que en forma alguna la limiten o finiquiten.

Desafortunadamente, los imponderables se presentan y pareciera que éstos no conocen de constantes eternas; ni hablar de las acciones de los hombres que parecieran empecinados en ir contra la lógica y buenas costumbres y hacer de la violencia su esencia.

Establecidos estos parámetros, basta ver las notas en los periódicos para percatarnos de que lo que entendíamos por normal se ha convertido en la excepción; es decir, privar de la vida a otro cada vez es el pan nuestro de cada día y, lastimosamente, ya no nos extraña.

Ni hablar de las declaraciones de las autoridades, esas que fueron elegidas por sus valores cívicos y lo único que manifiestan son discursos cínicos alejados del sentir y anhelo popular.

Muchos podrán decir que “no somos iguales a los anteriores” para justificar su actuar y quizás tengan razón; sin embargo, lo que todos deseamos es que sean responsables con las razones de los electores que los llevaron a ocupar su cargo.

La indignación que generaba en la comunidad la complacencia de las autoridades con los horrores presentes o pasados, se ha transformado en el reproche de éstas a la carencia de razón en los argumentos que manifiestan. La sociedad está reaccionando a los hechos que se presentan; en cambio, las autoridades parecieran entender que no hay mejor forma de justificarse que culpando a otros de sus inconvenientes, señalando que son acciones orquestadas en su perjuicio. Ante la presunta organización de las ideas de otros, sólo muestran la ausencia de ellas en sus manifestaciones.

Ante ello, las sandeces que se pronuncian son los distractores de la crítica social; no hay motivos para celebrarlas.

Reitero, las justificaciones proclamadas nunca se convertirán en argumentos legítimos para quienes requieren explicaciones veraces.

Una mentira siempre será mentira por más recubiertas de sazón con que pretendan hacerlas razonables.

La carencia de argumentos no sólo califica a quien las oye por más que las repita, sino a quien las expresa.

En fin, en momentos de desolación, la convicción en el conocimiento, los valores y desde luego, los afectos son los elementos que nos mantienen con entereza y ganas de seguir. ¿Consideras que esto es correcto?

 

¡ESA FRASE!

William Shakespeare escribió en el Acto I, Escena IV de Hamlet: “algo huele a podrido en Dinamarca”. Con este texto, Horacio hace referencia a la corrupción y al engaño en que los líderes de la corte danesa se han involucrado; ante la evidencia de las traiciones e intrigas que ahí se presentan.

Con el tiempo, esto pareciera ser de uso común ante la sospecha de que la autoridad no está actuando de manera adecuada.

Tal frase señala a aquella denostación que se percibe escasa veracidad y se complementa con actuaciones contrarias a la honestidad, ética o conductas de buen gobierno que debieran darse.

No cabe duda de que esto no conoce de geografía ya que puede presentarse en cualquier lugar del mundo.

Seguro es que, ante explicaciones no pedidas o justificaciones otorgadas, siempre habrá la inquietud de que existe algo oculto y, por ende, la sospecha generará mayor atención, estudio y análisis de la razón para ello.

Recuerdo una frase de Arthur Schopenhauer que señalaba: “Si sospechamos que un hombre está mintiendo, deberíamos pretender creer en él; porque entonces él se vuelve más audaz y seguro, miente más esforzadamente, y es desenmascarado.”

En ese contexto, basta que un funcionario hable para que sus palabras lo muestren a plenitud.

Quien se conduce con verdad lo denota en su frases y presencia, quien no, sólo cae en su propia ignominia y al final es como el fango, él sólo se arrastra al fondo. Su comportamiento por si sólo confirma lo alejado de la sensatez y compromiso requerido.

Para nosotros los gobernados, se nos hace fácil oír lo que dicen y, no siempre los escuchamos; no obstante, en la medida en que nos involucremos, sabremos que el escuchar obliga al desarrollo de una cultura cívica que aleja la ignorancia.

Si habláramos de sentimientos, iríamos del coraje a la impotencia y más que desearles un mal o bien, se anhela un cambio. Cuesta trabajo darnos cuenta del error en que incurrimos al creer en ellos y haberles delegado el poder de servirnos a quien no quiere rendir cuentas.

Mención aparte merecen quienes mienten con saña, alevosía y de manera habitual con tan de preservar el poder que les fue conferido; ellos no merecen mayor consideración y a la larga tendrán la sanción que les corresponda.

No hay duda en que el éxito de un servidor público se da en la medida en que realmente sirva a los intereses de los gobernados que representa y no al de grupos con fines propios y distintos al bienestar popular.

En fin, José de Maistre mencionó que “cada pueblo tiene el gobierno que merece” … ¿estás de acuerdo?

 

¿Y LOS OFENDIDOS?

Siempre he sabido que, ante la ineptitud de unos, debe surgir la aptitud de otros; en ese sentido, como sociedad debemos ser fuertes y solidarios con las desgracias ajenas, máxime si estas situaciones no son buscadas en forma alguna ni por nadie deseadas.

Cuando alguien irrumpe con violencia la vida de alguien, con resultados desafortunados o fatales, lo menos que se desea es provocar lástima y lo mucho, siempre será apoyo de la manera que satisfaga la necesidad.

¿Cómo explicar a alguien que la perdida o el daño que sufrió no fue por sus actos sino por causas ajenas provocadas por una situación distante o distinta a sus destinos o bien, por otras personas que no conoce ni tuvo la intención de hacerlas parte de su camino e incluso, evito?

Realmente no lo sé, pero siempre he creído que cuando alguien enfrenta un evento difícil, es importante aceptarlo, tomarlo con la mayor sensatez y sabiduría posibles, prepararse para continuar y, sobre todo, ser estoico y no llevárselo en forma negativa ni al cuerpo ni al alma.

Dicen que la resiliencia nos muestra la capacidad que tenemos para enfrentarnos a las adversidades y continuar nuestro camino, con la aptitud para superar los obstáculos y la actitud para no desfallecer.

Muchos cuestionarán si habrá forma de olvidar lo negativo; sin embargo, estoy convencido de que pasar los momentos críticos, ajustarse a las nuevas condiciones y continuar viviendo con ahínco y compromiso para hacerlo acorde a nuestros valores ya será en sí mismo positivo.

El dolor al igual que el miedo, nunca desaparecen de nuestras vidas, pero en nosotros está el aprender a vivir con ellos.
He leído libros y no he encontrado respuestas para aliviar el duelo de las personas.

En otras ocasiones he escuchado testimonios y me he reunido con personas que han sufrido tragedias y la verdad, no me he considerado tan fuerte como para darles una palabra de aliento sabia que consuele su alma o reconforte su espíritu.

Por lo que he percibido, a riesgo de equivocarme, es que ellas a veces solo quieren que alguien las escuche sin interrumpir, sin juzgar y sin pretensiones; que sea empático con su situación y si tiene los medios, que los ponga a disposición en lo posible.

De lo que me he enterado de los padres cuyos hijos no regresan o bien, han desaparecido en circunstancias extrañas, es que si bien quieren encontrarlos y tener explicaciones satisfactorias de lo sucedido; a veces, necesitan únicamente de la fortaleza de la compañía para proseguir su búsqueda.

Estoy consciente de que ni las palabras ni las acciones resultan suficientes cuando las pérdidas o desapariciones se presentan, la restitución o el reencuentro es lo que se desea y volver a la paz anterior es la pretensión máxima que lastimosamente, no está en nuestras manos.

En fin, en tiempos difíciles es probable que nunca haya respuestas fáciles; sin embargo, la empatía, la solidaridad y por encima de todo, mostrarnos como personas ante los que así lo necesitan será nuestro compromiso.

A nadie se le desea un momento complicado; pero cuando menos seamos la compañía adecuada que les de un momento de tranquilidad.
Cada ser tiene una responsabilidad social … ¡ASUMAMÓSLA!

Estas líneas son en memoria de quienes no pueden retornar a su vida, en consideración a quienes han sido lastimados y en atención a quienes han sufrido de los duelos por un ser querido.

 

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Posdata: Un honor participar en el evento de “JUNTAS somos imparables”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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