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“¿ENSAYAR O ACTUAR?”

 

“Una bella ancianidad es, ordinariamente, la recompensa de una bella vida. (Pitágoras de Samos)

 

EL DILEMA.

La vida es única y aprovecharla es una gran oportunidad de quien la detenta; en el entendido que la manera en que lo hagamos es distinta pues cada cabeza es un mundo y, dada la situación, cada uno será responsable de su propio camino y destino.

Si tuviéramos que entrar a un curso de preparación para la vida, entenderíamos que es un tiempo y listo, el conteo de nuestra vida iniciaría al concluirlo; desafortunadamente, esto no es así y su inició coincide con el nacimiento y termina con la muerte, no hay tiempo para propedéuticos, repetición de períodos o exámenes extraordinarios.

La formación es intensiva, tanto teórica y práctica. Las consecuencias de las notas las afrontaremos a partir de que tomemos una decisión al respecto.

Las risas como las lágrimas no siempre corresponderán con nuestros propósitos ni con la sensatez con que hayamos actuado.

Los compañeros a veces podremos elegirlos, pero a los maestros nunca; toda vez que por mejor actitud que presentemos, éstos se harán presentes de maneras sorprendentes, sin importar edades, trayectorias o estudios.

De múltiples platicas en que he participado, es común que se distingan dos grupos de personas: el que forman los que mencionan que la vida es una constante escuela en la que debemos de prepararnos día tras día y el otro, en el que creen que hay que tomar las cosas como se presenten sin dilatar o encerrarnos en planes o programas que la estructuren. Desde luego, siempre habrá etapas intermedias, pero la idea reflexionar sobre estos extremos.

Ante ello, parecieran surgir muchos cuestionamientos, entre ellos: ¿qué caso tiene ensayar si la vida rara vez te presenta una secuencia lógica o esperada? y ¿qué tan válido es improvisar nuestras acciones como si nunca hubiera un mañana?

En fin, pareciera que para responderlas necesitaríamos una vida y lastimosamente, sólo tenemos una. ¿Cómo ves tú la vida?

 

¡DEBES PREPARARTE!

Vince Lombardi señalo que el fútbol es como la vida: “requiere perseverancia, abnegación, trabajo duro, sacrificio, dedicación y respeto a la autoridad” y eso implica una formación constante.

De niños nos instruyen tanto en casa como en la escuela que nuestra primera obligación es educarnos y a partir de ellos planear nuestro futuro; sin embargo, si bien, esto lo intentamos llevar a cabo en las primeras dos décadas, principalmente, hay quienes se quedan con esa actitud permanente, es decir, siempre cultivándose, planeando y siguiendo su proceso, a tal grado que son los “estudiantes eternos”.

Su forma de ser es tan estructurada que tal pareciera que la improvisación la tienen prevista hasta su reencarnación, se excusan por no sentirse capaces y excluyen de su mundo todo lo que les es ajeno a su formación.

Dadas las circunstancias, es tal su cerrazón a lo nuevo que no les interesa desviarse de su camino y lo que no está en éste, simplemente no es relevante.

Hablar con este tipo de personas realmente puede llegar a ser incómodo por los excesos en que éstas incurren; a tal grado que pareciera que tratamos con seres programados para la vida, las cuales manifiestan su nulo interés con lo que no conocen o no es de su interés.

Su lógica puede resultarnos tan ilógica que lejos de ser naturales con ellos, usualmente pretendemos hacer que se manifiesten en la comodidad de su ser.

En ese contexto, pareciera que lo metódico tunde a cualquier chispa de espontaneidad que se presente y con ello, la alegría se convierte en un hábito y no en algo espontáneo.

Tal pareciera que en el otoño de su vida podrían utilizar las palabras de François de La Rochefoucauld: “A los viejos les gusta dar buenos consejos, para consolarse de no poder dar malos ejemplos”.

Si bien esto es un extremo … ¿no te parece aburrido ser un eterno aprendiz?

 

DEJAR QUE LA VIDA FLUYA.

En el otro extremo, están las personas que actúan en consecuencia, sin mayor consideración que lo que sientan en ese momento.

Recuerdo que, de joven, siempre había una expresión que escuchábamos al preguntar que íbamos a hacer: “loqui”, muchos consideraban que alguien se refería a la suerte, pues lo entendían como su traducción al inglés; sin embargo, el significado era mucho más sencillo “lo que se nos ocurra”.

Era tal el nivel de despreocupación que bastaba hacer cualquier cosa para dar por hecho que lo disfrutaríamos. Sin planes ni metas, daba lo mismo lo que hiciéramos. De hecho, a menudo bromeábamos con el pasaje de Alicia en el País de las Maravillas: “Cheshire, podría decirme, por favor, ¿qué camino debo seguir para salir de aquí? – Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar – dijo el Gato. – No me importa mucho el sitio… –dijo Alicia. – Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes –”.

Y de esa manera, aplicaba la suerte como un fundamento de nuestro actuar.

El problema de este actuar, redunda en que los cuestionamientos pronto cambian, a tal grado que deja uno de pensar en el siguiente paso en aras de entender lo que en este momento se realiza; es decir, el ¿cómo vivo?

Al menos si consideráramos lo que señalaba el entrenador Lou Holtz, podríamos tener un mayor entendimiento: “la vida es un diez por ciento de lo que te pasa y noventa por ciento de como respondes ante esto”.

En fin, dejar todo a lo que se presente genera mayor incertidumbre y, obviamente, no hay un futuro imaginable y a veces, ni siquiera un presente deseable. ¿Estás de acuerdo?

 

LA MEDIA QUE SATISFACE.

Vistos los extremos … ¿qué procede?; podríamos responder con el típico “ni muy muy, ni tan tan”.

El entrenador César Luis Menotti mencionaba “¿quiénes son los que marcan las diferencias? … ¿los técnicos con sus tácticas? Eso es una mentira. El que desnivela es el jugador”; y en ese mismo sentido: “en el deporte se fracasa cuando se traiciona la propuesta”.

Y considero que de eso se trata la vida … ¡hacer la diferencia!; y que mejor, que sea en nuestro beneficio, siendo congruente con nuestros sueños, principios, valores, educación y naturaleza humana.

Teniendo siempre en cuenta que el triunfo es personal y lograrlo es nuestra convicción, asumiendo que fallar sólo corresponderá a dejar de ser quienes somos; en el entendido que compartirlo con quienes nos importan, siempre acarreará un mayor nivel e satisfacción.

“Prepararnos lo suficiente sin renunciar a lo que se presente” pudiera ser nuestro lema y, en ese tenor, jamás robarle su momento a la sorpresa.

Tomando en cuenta lo señalado por el entrenador Vince Lombardi, es conveniente considerar que “el futbol es como la vida: requiere perseverancia, abnegación, trabajo duro, sacrificio, dedicación y respeto a la autoridad”. Es decir, en todo momento, abocarnos a lo que entendemos por vida y actuar en consecuencia.

Nuestro camino es una gran bolsa, en la cual cabe todo y en nosotros está el permitir su ingreso y conservarlo, aceptar esa responsabilidad es plausible y no hay lugar para culpas. El control es nuestro.

Vivir una vida hermosa es un premio a la persona que en sus postrimerías tendrá todo por recordar y sonreír; en el entendido que, dependiendo de las almas que haya tocado, serán sus satisfacciones y su trascendencia.

Planear e improvisar, encontrando el balance perfecto, será el reto que debamos conquistar; en el cual, no habrá cabida para extremos ni ambigüedades, con la convicción de que somos la suma de nuestras decisiones.

Albergar sentimientos de culpa o justificaciones únicamente pueden representar distracciones para nuestros objetivos o impedimentos para nuestras acciones.

Abrir los sentidos, comprender con justa dimensión y estar abierto a la razón con fuerte arraigo en el corazón, será nuestro mayor estímulo.

Alguien me comentaba que la vida no es de absolutos; es decir, ni teórica, ni práctica … encontremos el justo medio y comprendamos que la vida es una oportunidad y como tal, hay que disfrutarla de la mejor manera posible.

A cada paso que damos, tenemos mil oportunidades para actuar y reaccionar; en nosotros estará elegir que hacer.

Podremos escuchar miles de consejos, atender miles de sugerencias o bien, tomar en cuenta miles de referencias; sin embargo, al final, nuestras acciones u omisiones hablarán más por nosotros que nuestras palabras.

Siempre hemos sabido que nosotros somos los autores de nuestra historia; en consecuencia, escribamos de manera contundente con tinta única en nuestro diario y trascendamos … ¡HAGAMOS UN BEST SELLER CON NUESTRA NARRATIVA!

 

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