Europa se salió con la suya y Rumanía tiene a su nuevo presidente proeuropeo. Se trata de Nicusor Dan, alcalde de Bucarest, quien aboga por reforzar y ampliar el compromiso con la Unión Europea y la OTAN. Previo a las elecciones, desde Europa presionaron y amenazaron con toda su artillería para que ‘su’ candidato se transformara el mandatario.
¿Presidente a la carta?
Preocupación. Fue lo que desató entre la caterva de Bruselas la victoria contundente en primera vuelta de George Simion, crítico con la Unión Europea, quien se impuso de manera contundente en la repetición de la primera vuelta. En el bloque comunitario desquició la sola idea de una posible formación de una alianza entre Hungría, Eslovaquia y Rumanía, países que se oponen abiertamente al apoyo al régimen de Kiev.
Y es que en Bruselas entienden que Rumanía tiene más importancia geoestratégica en el bloque que Hungría o Eslovaquia, por lo que esa supuesta alianza sería «un duro golpe» para las autoridades comunitarias.
«Ha habido una injerencia evidente en las elecciones de Rumanía por parte de las instituciones europeas, por parte de los grandes países, como Francia o Alemania. Pero, sobre todo, Francia, que, no sé por qué, tiene mucho interés en Rumanía», explica el analista internacional Carlos Martínez.
Los síntomas se dejaron ver más abiertamente. Así, Valérie Hayer, francesa y miembro del Parlamento Europeo, lanzó una amenaza inquietante incluso para quienes creen que en Europa predominan valores ‘democráticos’. «Vamos a hacer todo lo que podamos sobre el terreno, y nuestros socios proeuropeos que se encuentran allí van a hacer todo lo que puedan para garantizar que el próximo presidente rumano sea proeuropeo», declaró sin pestañear.
Entonces, Simion acusó al presidente de Francia, Emmanuel Macron, de interferir en la segunda vuelta electoral, acusándolo de tener «tendencias dictatoriales». Denunció que el embajador francés, Nicolas Warnery, «ha recorrido todas las regiones del país» durante la campaña electoral para convencer a los empresarios de que apoyen a su adversario pro-UE.
Por si hubiera alguna duda, el fundador de Telegram, Pável Dúrov, denunció el mismo día de las elecciones, el domingo 18 de mayo por la tarde, que en vísperas de las elecciones le habían pedido que censurara a los usuarios «conservadores».
«Un Gobierno de Europa occidental [¿adivinan cuál?] pidió a Telegram que silenciara a los conservadores en Rumanía antes de las elecciones presidenciales de hoy. Me negué categóricamente», escribió en su canal de Telegram, sin especificar a qué país se refería, pero puso la ‘emoji’ de la ‘baguette’.
A las tres horas, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia respondió con un post en la red social X. «En Telegram y Twitter circulan acusaciones completamente infundadas sobre una supuesta interferencia francesa en las elecciones presidenciales rumanas. Francia rechaza categóricamente estas acusaciones y llama a todos a actuar con responsabilidad y respeto hacia la democracia rumana», reza un fragmento.
Tres horas más tarde, Dúrov sacó la artillería pesada y contraatacó fuerte: «Esta primavera, en el Salón de las Batallas del Hotel de Crillon, Nicolas Lerner, jefe de la inteligencia francesa, me pidió que prohibiera las voces conservadoras en Rumanía antes de las elecciones. Me negué. No bloqueamos a los manifestantes en Rusia, Bielorrusia ni Irán. No empezaremos a hacerlo en Europa».
«Dúrov, el propietario de Telegram, da nombre, apellido, fecha y lugar, y, sin embargo, todavía no hemos visto a nadie diciendo ‘cuándo, quién, o cómo’, Rusia ha interferido en las anteriores elecciones presidenciales de Rumanía. Todo se ha quedado en un meme periodístico, en rumores. No es la primera vez (…)
Yo no he visto todavía una injerencia rusa documentada en los regímenes occidentales. Pero sí que veo muchas injerencias, como en este caso, totalmente confesas por parte de Occidente. Porque además lo dicen con toda impunidad. Financiar a opositores en Rusia o en Bielorrusia, eso para los oligarcas occidentales no es una injerencia, sino que casi como un derecho divino, y de eso sí que hay pruebas. De lo contrario, no hay ninguna prueba», afirma Martínez.