La maestra y diputada Ifigenia Martínez se fue después de cumplir su último deseo:
entregar la banda presidencia a la Doctora Claudia Sheinbaum.
Así lo escribió en su X, un día antes de su partida, sus dos últimos mensajes en la red
social:
-“El haber sido parte de la transmisión histórica del Poder Ejecutivo y entregar la
banda presidencial a la primera Presidenta es uno de los mayores honores de mi vida.
¡Todo mi cariño querida Presidenta y querido Andrés Manuel López Obrador”.
-“La llegada a la presidencia de la Doctora Claudia Sheinbaum es la culminación de
una lucha que hemos atravesado generaciones enteras de mujeres. Mujeres que, con
valentía, hemos desafiado los límites de nuestros tiempos”.
Fue a la ceremonia del 1 de octubre por su propia voluntad, estaba más que contenta
con ese honor, nadie la utilizó.
Cuando se habló de nombrar a la presidenta o presidente de la mesa directiva de la
Cámara de Diputados, de inmediato levantó la mano.
A pesar de su avanzada edad, a la que no cualquiera podría llegar, 99 años, con su
trayectoria de congruencia política, imposible que la pudieran manipular.
¿A cambio de qué? ¿dinero? ¿beneficios para su familia?
Nunca lo hizo en su vida, nunca abusó ni se aprovechó del servicio público.
Desde su juventud, auténtica luchadora social.
A políticos imberbes se les hizo fácil, a estas alturas, acusar a Morena de haberla
utilizado el 1 de octubre, de haberse aprovechado de su condición física, de sus
problemas de salud.
¿A poco creen la maestra Ifigenia Martínez se iba a dejar que la manipularan?
Para nada.
Estuvo en la silla de la presidencia de la mesa directiva de la Cámara de Diputados,
presidiendo la sesión de Congreso General, porque quiso, por la ilusión, emoción,
trascendencia e historia que significa entregar, para cualquier político o política, la
banda presidencial.
Para hacerlo tenía que ser elegida presidenta de la mesa directiva y nadie objetó su
elección.
Su lucidez no estaba a discusión.
Un botón de su integridad y congruencia en su larga vida política fue el día que votó
en contra de una iniciativa presidencial.
Lo hizo en los tiempos en que prácticamente nadie se atrevía a contradecir al jefe de
la nación, en la época de la hegemonía de un solo partido, en el gobierno de José
López Portillo.
En desacuerdo con la iniciativa presidencial en materia agraria, no dudó en votar en
contra, la única de su bancada.
Por supuesto que López Portillo intentó llamarle la atención y para eso recurrió a
Porfirio Muñoz Ledo, quien entonces era dirigente nacional del Partido Revolucionario
Institucional. Que el habilidoso Porfirio hiciera ver a Ifigenia Martínez que no era válido
actuar contra la voluntad presidencial.
Muñoz Ledo la justificó: “presidente, ya sabe como es ella, coherente y de firmes
convicciones”.
Al presidente no le quedó otra que aceptarla como era, para nada le aplicó algún
castigo político, la admiraba.
Porfirio ni siquiera se atrevió a transmitirle la queja del mandatario.
Ifigenia siempre fue la misma.
No se olvide que fue la mujer que acompañó el movimiento de la Corriente
Democrática que encabezó el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas dentro del partido
tricolor.
Tampoco se ignore que supo mantenerse en la izquierda al lado de Andrés Manuel
López Obrador.
Los achaques de los que nadie está exento cuando se llega a esa edad, no impidieron
que volviera a salirse con la suya.
Para nada se aprovecharon de su condición física.
Ifigenia cumplió su cometido.
Se fue feliz escribiendo otra página de la historia de México, quizás la más importante
de su vida, entregarle la banda presidencial a la Doctora Claudia Sheinbaum.
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