INCENDIOS EN EU, TRUMP Y LA NUEVA ERA

VOCES
DEL DIRECTOR

Mouris Salloum George

LOS DESASTROSOS incendios en Los Ángeles, California, deberán quedar anotados como pendiente prioritario para el entrante gobierno de Donald Trump, en la parte burocrática que el suceso conlleva. Si es que reacciona con inteligencia.

Esto resulta importante porque no debe olvidarse que es un nostálgico de los combustibles fósiles y un negacionista del calentamiento climático.

Hay que recordar que en su primer mandato eso lo llevó a sacar a su país del Acuerdo de París, de 2015, que comprometió a los gobiernos a emprender acciones anticontaminantes.

A pocos días de asumir su nuevo mandato —el 20 de enero— una ciudad icónica ardía en llamas, en un escenario apocalíptico.

Más de 100 mil habitantes evacuando las áreas habitadas, viendo arder sus modestas viviendas o sus lujosas mansiones, ante miles de bomberos incapaces de contener el infernal suceso, es un capítulo que pasará a la antología de los mayores desastres en el estado, en el país y en el mundo.

Tales escenas no se habían visto en las más escandalosas imágenes peliculescas de Hollywood.

Muchas explicaciones comenzaron a caer en cascada. Al margen de lo que concluyan las autoridades, hay lecciones preliminares que aportan los expertos, referentes a California y útiles para el mundo.

Hubo omisiones burocráticas, incompetencia y conveniencias políticas (falta de mayores inversiones en prevención de desastres); todo lo cual conformó un coctel del tamaño referido.

No solo es mayúsculo por los enormes costos materiales, que en cálculos preliminares arroja 150 mil millones de dólares, de acuerdo con autoridades. Las aseguradoras ya trabajan en la cuantificación de los daños y darán sus balances.

En 2024, la suma de pagos por siniestros también muy graves superó los 320 mil millones de dólares, con cinco años consecutivos arriba de los 100 mil mdd. Y creciendo. Es deseable que el trágico suceso no signifique un mal augurio para la nueva era Trump.

Lo cierto es que para buena parte del mundo, desde antes de su llegada a la Casa Blanca ya se había extendido un justificado temor ante el triunfo del incendiario personaje.

Sus promesas de campaña para “hacer grande a los Estados Unidos otra vez” se habían convertido en amenazas previas a la asunción del mandato cuatrienal.

Al margen de que pudiera cumplirlas, provocó inquietud global, por sus antecedentes.

En la parte económica, la imposición de aranceles a las importaciones fue interpretada como la peor amenaza. Luego siguieron otras no menos inquietantes. Desde plantarse en el Polo Ártico como potencia desafiante, mediante la “compra” de la fría pero rica Groenlandia, hasta retomar el control del apetecible Canal de Panamá; pasando por adherir a Canadá como el estado 51 de la Unión Americana.

Y en ese tránsito “invadir” México en persecución de los capos del narcotráfico, para entonces catalogados como “terroristas”. Para colmo, cambiarle el nombre histórico al Golfo de México por “Golfo de América”. Ah, sin olvidar que presionó a sus “aliados” de la OTAN a “pagar” por defenderlos, diciéndoles que los dejaría solos ante el líder ruso.

Si tales afirmaciones no fueran públicas y ampliamente difundidas, sería risible imaginarlas.

Nuevamente, la antes pujante industria cinematográfica de Hollywood, ha quedado rebasada por la terca realidad frente a un personaje impensable para los más imaginativos guionistas.

Hay que entender a Trump desde su coyuntura. Es un personaje a quien han intentado asesinar; tiene la edad encima, es octogenario, sin posibilidad de alargar su periodo; su país viene enfrentando un declive hegemónico ante la omnipresencia china y asiática en general, ganando terreno en todo el mundo; incluso tiene a la alianza BRICS desafiando el reinado del dólar; todo eso en medio de amenazas terroristas internas y externas –históricas e innegablemente ganadas a pulso-. Por si fuera poco, reinicia frente a medio mundo que se ha armado hasta los dientes. Todo lo cual lo convierte en un tigre acorralado frente a una nueva era multipolar que aterriza ineluctable.

Lo que sigue, para México y el mundo, es actuar con la cabeza bien fría. Aprovechar lo mejor que puedan obtener de las propuestas trumpistas y colaborar en lo posible. En lo inadmisible, acudir a los mejores manuales de negociación en la guerra y en la paz.

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