INCENDIOS FORESTALES INSTRUMENTOS PARA EL CAMBIO DE USO DEL SUELO

MEDIO AMBIENTE


POR JUAN JOSÉ AGUSTÍN REYES RODRÍGUEZ*


 

Las primaveras y veranos de cada año normalmente son tiempos de calor, sequía e incendios forestales.

De acuerdo con estadísticas oficiales de la Comisión Nacional Forestal (www.conafor.gob.mx), durante el periodo 1970 – 2024 hubo un promedio anual de 7,097 incendios con 319,003 hectáreas.

 


LA SUPERFICIE forestal de México comprende el 71 % del territorio nacional.

Sus principales ecosistemas forestales los constituyen las selvas altas, medianas y bajas, bosques de coníferas y latifoliadas, bosques de niebla, manglares y matorrales en zonas áridas y semiáridas, así como otra vegetación. Ver el cuadro respectivo con los detalles.

 

LOS INCENDIOS son pan de cada día en la zona metropolitana de Guadalajara, Jalisco; en Uruapan, Michoacán; en San Luis Potosí; Huitzilac y Buena Vista en Morelos; en Monte Alto y Monte Bajo en el Estado de México, por mencionar los más conocidos.

 

 

Al no habérseles otorgado la importancia ambiental, económica y social que tienen, los ecosistemas forestales se han visto impactados por el desarrollismo monetarista y sin una visión de futuro, para dedicarlos a otros usos, que no necesariamente son más rentables y productivos, por lo que, al perder sus utilidades, son abandonados y se convierten en eriales.

Unos de esos instrumentos de devastación forestal son precisamente los incendios forestales que, a pesar de las razones que se esgrimen oficialmente como sus orígenes o causas, mi propia experiencia y percepción es que prácticamente el 90 a 95 % son intencionales, por diferentes propósitos.

Los años más críticos en cuanto a superficie quemada fueron: 956,405 hectáreas en 2011, un millón cuarenta y siete mil cuatrocientas noventa hectáreas en 2023 y un millón seiscientos setenta y dos mil doscientas dieciséis hectáreas en 2024.

Los estados que tradicionalmente tienen mayor número de incendios, no en cuanto a superficie, son el estado de México, la Ciudad de México y Michoacán.

 

 

 

Esto se debe seguramente a que existen órganos forestales especializados, no sólo en cuanto a incendios, sino además en otros temas forestales, lo que les permite atender con mayor oportunidad los incendios forestales que se presentan cotidianamente.

El Estado de México cuenta con la Protectora de Bosques (PROBOSQUE), la Ciudad de México tiene a la Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural CORENADR y el estado de Michoacán tiene a la Comisión Forestal del Estado (COFOM).

Estos órganos descentralizados o desconcentrados son los principales coadyuvantes de la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR), constituyéndose en líderes en el control del fuego cada año.

Por otro lado, los estados con mayores superficies incendiadas son Jalisco, Chiapas y Chihuahua. La información detallada puede consultarse en:

https://snif.cnf.gob.mx/incendios#estadisticasMapas

De acuerdo con la misma fuente, las posibles causas de los incendios, en el periodo 2019-2023 son 30% intencionales, 21% actividades agrícolas.

 

Así mismo se reporta que 95% son superficiales, es decir solamente se quema el ocochal u hojarasca que se encuentra en el suelo, sin que se quemen totalmente los árboles, por lo que señalan que 90% tienen impacto mínimo.

Estas estadísticas oficiales son apenas indicadores, porque en las áreas forestales que se encuentran en zonas periurbanas, existe la tendencia a urbanizar esas superficies forestales como fraccionamientos ecológicos: “viva en la naturaleza”.

Los incendios son pan de cada día en la zona metropolitana de Guadalajara, Jalisco; en Uruapan, Michoacán; en San Luis Potosí; Huitzilac y Buena Vista en Morelos; en Monte Alto y Monte Bajo en el Estado de México, por mencionar los más conocidos.

Por otro lado, también están los incendios provocados para cambiar el uso del suelo de forestal a agropecuario, como es el caso del aguacate en Michoacán, Jalisco y Estado de México, principalmente. La destrucción de selvas ha sido una constante para ampliar la superficie ganadera en Chiapas, Veracruz, Campeche y Oaxaca.

La historia de devastación de las selvas se remonta a fines de la década de los años sesenta y principios de la década de los setenta del siglo pasado, cuando por decisiones políticas totalmente erróneas, se desmontaron cerca de 20 millones de hectáreas de selvas, principalmente selvas altas y medianas. En ese tiempo se ejecutó el Plan Nacional de Desmontes Benito Juárez, un plan oficial ejecutado por las entonces Secretarías de Agricultura y Ganadería y la Secretaría de la Reforma Agraria, en complicidad con los gobiernos de Veracruz, Tabasco, Tamaulipas, San Luis Potosí, Quintana Roo, Campeche, Oaxaca y Chiapas. En esa década y los años que siguieron con la inercia, declararon los llamados Distritos de Drenaje Tecnificados, Planes como la Chontalpa en Tabasco, Pujal-Coy en San Luis Potosí y Uxpanapa en Oaxaca, por mencionar sólo los que fueron famosos por los miles de millones de pesos gastados y los fracasos que se obtuvieron.

Recientemente, en una entrevista de Zósimo Camacho (www.radio-red.com) con el director general de la CONAFOR, menciona que en las últimas dos décadas se han perdido 4.77 millones de hectáreas de selvas, con un promedio anual de 207 mil 665 hectáreas por año. Estas superficies se han dedicado a la ganadería, agricultura industrial y urbanización principalmente.

 

Los incendios provocados para cambiar el uso del suelo de forestal a agropecuario, como es el caso del aguacate en Michoacán, Jalisco y Estado de México, principalmente.

La destrucción de selvas ha sido una constante para ampliar la superficie ganadera en Chiapas, Veracruz, Campeche y Oaxaca

 

 

En todas estas actividades, los incendios forestales han sido el principal instrumento para el cambio de uso del suelo forestal a esos otros usos.

Sin embargo, estos siniestros también afectan a zonas forestales que se encuentran bajo el concepto de Áreas Naturales Protegidas, zonas reforestadas, plantaciones comerciales, así como áreas bajo manejo y aprovechamiento forestal, cuyos objetivos son seguir manteniendo esas áreas protegidas o bajo aprovechamiento técnico persistente.

El manejo del fuego como actividad principal, normalmente se hace con mayor intensidad en el combate de este, a pesar de las limitaciones presupuestales que se tienen.

Considero que además del combate, también debe ponerse énfasis en la prevención, para lo cual se han desarrollado muchas técnicas y estrategias, que, sin embargo, no se logran aplicar oportunamente por falta de presupuesto.

 

Normalmente las brigadas contra incendios se contratan apenas unos días antes del inicio de la temporada de incendios, por lo que ya no tienen suficiente tiempo para hacer las labores preventivas, como las brechas corta fuego, las líneas negras, la capacitación a voluntarios, que algunas veces actúan con mucho entusiasmo, pero sin ninguna capacitación para su seguridad personal y vemos como se presentan lamentables decesos.

Creo que además de la participación de las brigadas oficiales, sería conveniente la participación de ejidatarios, comuneros y propietarios de bosques en otras actividades que en un momento dado pueden ser económicamente rentables. Por ejemplo, si se hicieran trabajos de reducir la capa de hojarasca o huinumo que esta en el suelo y cuya acumulación es el mayor combustible para los incendios, podría utilizarse como tierra de monte o de encino para la jardinería. Se podría organizar una técnica de composteo con toda esa hojarasca y así reducir el material combustible y generar composta de gran calidad que puede ofrecerse a los invernaderos y productores de flores y frutales y como mejoradores del suelo.

 

Sin embargo, mucha de la solución radica en la elaboración de una política forestal nacional muy clara, que abarque el manejo silvicultural comunitario, la protección y sanidad forestal, la restauración de suelos, la reforestación y manejo del fuego, la organización de productores forestales y la simplificación de trámites.

No es suficiente que el director general de la CONAFOR exponga los programas y apoyos de ese organismo público descentralizado.

Esto es importante, pero sin los recursos presupuestales suficientes y oportunos y sin que al sector forestal se le de la importancia que tiene para la sustentabilidad del país, desde la presidenta de la República hasta todas las estructuras administrativas, el esfuerzo no tendrá los logros necesarios.

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Autor:

Juan José Agustín Reyes Rodríguez

*Ing. Agr. Especialista en Bosques por la Escuela Nacional de Agricultura, hoy Universidad Autónoma Chapingo; candidato a Doctor en Recursos Naturales por la Universidad de Michigan, EE. UU.; exfuncionario público y asesor en recursos naturales, ambiente y desarrollo.

 

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