Por Matteo Castagna
Nace la Europa de la defensa, pero la UE se revela dividida en su apoyo a Ucrania, debido a la oposición interna de Orban.
En otras palabras, la cumbre de Bruselas resultó ser esencialmente inútil.
El Consejo Europeo extraordinario marcó pasos adelante hacia la creación de una defensa común, aunque muchos consideran esta decisión sólo el comienzo del camino. Se trata de la primera vez que los líderes europeos se reúnen en una reunión de 27, desde el cambio surgido a raíz de la llamada telefónica entre Donald Trump y Vladimir Putin, registrada el 12 de febrero.
Desde entonces, la aceleración ha sido rápida: la Comisión Europea ha puesto sobre la mesa un plan concreto para reforzar la defensa europea y al mismo tiempo apoyar a Kiev, en un momento en el que Washington retira su apoyo.
“Para ser sincero, cada vez me resulta más difícil tratar con Ucrania. Y no tienen mapas. Como sabéis, nos reuniremos en Arabia Saudita a principios de la próxima semana. Creo que podría ser más fácil llegar a un acuerdo final tratando con Rusia, lo cual es sorprendente, porque tienen todas las cartas en orden”, dijo Donald Trump a “Insider Quitaly”, antes de la reunión entre Estados Unidos y Ucrania en Arabia Saudita.
Desde hace meses, las grandes finanzas están saliendo de las acciones de las grandes compañías farmacéuticas y de la transición energética y se están reposicionando masivamente en valores de defensa. El proceso ha estado en marcha durante algún tiempo, mucho antes de la elección de Trump.
Lo que estamos presenciando estos días es una gran farsa, con un guión recitado de memoria por los actores y un final ya escrito. Al final, el rearme de Europa conviene a todos:
1) al Ministerio de Finanzas, que necesitaba urgentemente una nueva burbuja, a Estados Unidos, que lleva décadas pidiendo a sus aliados europeos que gasten más en defensa.
2) a la Comisión Europea, que a través de “ReArmEU” espera frenar las fuerzas centrífugas y consolidar la arquitectura de la Unión.
3) a los Estados nacionales, que fingen estar perplejos, pero en realidad esperan, mediante el aumento del gasto público en defensa, relanzar una economía exangüe. La trama está decidida desde hace tiempo, el resto son diversiones, variaciones sobre el tema, efectos especiales, armas de distracción masiva.
Todos se benefician excepto el pueblo. El plan de Ursula von der Leyen, aprobado por 26 de los 27 países miembros, prevé que 150.000 millones de los 800 previstos sean en deuda, es decir, captados en el mercado, mediante la emisión de bonos. Los otros 650 tendrán que provenir de los estados miembros, que tendrán la opción de aumentar los impuestos, recortar otras partidas de gasto u optar por una combinación de ambos.
Nadie, ni en Bruselas ni en Washington, cree seriamente que Putin invadirá Europa mañana o pasado mañana. Pero a ellos les conviene que lo creas. Así, cuando en el próximo presupuesto os preguntéis por qué se ha hecho otro recorte en sanidad, en escuelas o en otros servicios, podréis responder que es un sacrificio necesario para defender vuestro país y vuestra democracia.
También debemos aclarar la narrativa urgente de los medios europeos de que Rusia es el agresor de Ucrania en 2022, que ha sido cuestionada por el presidente estadounidense Trump. Sólo los corruptos, los egoístas, los funcionalmente ignorantes y aquellos a quienes la corriente dominante les ha lavado el cerebro pueden creer en esta propaganda.
En la llamada telefónica filtrada, probablemente interceptada por la inteligencia rusa, entre diplomáticos del Departamento de Estado y agentes del estado profundo Victoria Nuland y Geoffrey Pyatt, se revela que en 2014 el Departamento de Estado/CIA de Barack Obama (con Joe Biden como vicepresidente) financió a grupos militantes extremistas para iniciar una guerra civil en Ucrania e iniciar un cambio de régimen con su títere: Arseniy Petrovych Yatsenyuk. Las palabras contra la UE son muy vulgares y duras.
Después del golpe de Maidán, la CIA se adueñó de Ucrania por delegación, y la utilizó como “patio de recreo offshore para el crimen organizado y el lavado de dinero”.
De hecho, Ucrania se había convertido en una especie de base de la CIA situada directamente en la frontera con la Federación Rusa.
Posteriormente, EE.UU. y la OTAN comenzaron a fortalecer el ejército ucraniano para prepararlo para luchar contra Rusia, proporcionándole entrenamiento, armas, dinero, equipo, inteligencia, etc.
La verdadera misión de Zelensky es incorporar a Ucrania a la OTAN, desencadenando así la Tercera Guerra Mundial contra Rusia y sus aliados. Lo que rompió el juguete es la Administración Trump, que no quiere entrar en el terreno de la OTAN, si quiere dirigir operaciones militares contra Putin.
Además, algún Napoleón improvisado no tuvo en cuenta que Estados Unidos aporta el 60% del potencial bélico de la OTAN. Sin Estados Unidos, cualquier plan de ataque es impensable y realistamente irrealizable.
Zelensky y el Estado profundo buscan una guerra larga y a gran escala para encubrir, según varios analistas, lo que sería “el mayor escándalo de lavado de dinero y crímenes contra la humanidad por el desarrollo de armas biológicas” que se haya descubierto jamás en el mundo.
Esta reconstrucción, jamás desmentida por nadie, está disponible, en versión íntegra en Youtube, como grabación de una emisión emitida en Il Nove, titulada: “Marco Travaglio explica, paso a paso, el conflicto entre Ucrania y Rusia, acuerdos y desacuerdos”, que vale la pena escuchar íntegramente.
En línea con el relato de Travaglio, el periodista BRICS Lucas Leiroz escribe en su “Strategic Culture Foundation”: “la Operación Militar Especial, inicialmente concebida como una acción rápida y decisiva, ha visto modificada su estrategia a medida que el conflicto se intensificaba.
El objetivo de desmilitarizar Ucrania nunca ha sido sólo una cuestión de seguridad para Rusia, sino una lucha existencial contra la expansión de la OTAN y las amenazas que plantea un régimen controlado por fuerzas extremistas en Kiev. La participación directa de Occidente en la prestación de apoyo militar a Ucrania ha ampliado la operación, transformando el conflicto en una guerra más amplia con implicaciones globales”.
La guerra dejó de ser una simple disputa por el reconocimiento de la población rusa en el Donbass y se convirtió en un campo de batalla ideológico y geopolítico, donde Rusia se posicionó como una fuerza de resistencia al orden unipolar impuesto por Estados Unidos y sus aliados desde 1991, porque fue abandonada, subestimada y nunca involucrada en un proceso bilateral que la hubiera incorporado, de alguna manera, a la Europa postcomunista.
“Las conversaciones no reflejan un deseo genuino de paz”, sostiene Leiroz, “sino un intento de retrasar lo inevitable, mientras Occidente intenta ganar tiempo para reorganizar sus fuerzas. Para Rusia, la cuestión no es sólo territorial, sino también la necesidad de garantizar la consecución de sus objetivos estratégicos. El fin del régimen de Kiev, la desmilitarización del país y la protección del Donbass son sólo algunas partes de un escenario más amplio, que implica la reorganización del orden mundial.
Después de tres años de operaciones, está claro que los objetivos de Rusia se están logrando poco a poco. El camino aún es largo y la guerra contra Occidente, que no se limita al territorio ucraniano, sólo está destinada a intensificarse. Al mismo tiempo, Rusia ha demostrado su fuerza y capacidad de adaptación. “Él tiene las cartas”, como dijo Trump, mientras que Zelensky tiene los acuerdos obsoletos, hechos con los demócratas estadounidenses y los socios liberales europeos.
La Operación Militar Especial quizá tarde más en llegar a su conclusión final, pero sin duda es la base de un nuevo capítulo en la historia mundial, en el que las potencias emergentes son protagonistas en la lucha por la multipolaridad”.