Por Diego Pappalardo
Una de las tensiones que suceden en el interior de las fuerzas que propugnan por la viabilidad exitosa del proyecto de Trump se relaciona con las diferencias intelectuales, culturales y sociales en torno al liberalismo y el antiliberalismo.
En efecto, un sector es enfáticamente liberal, otro grupo es moderadamente liberal y una tercera facción es antiliberal.
A los ojos de observadores que no están familiarizados con el “mundo del trumpismo”, estas diferencias parecieran imaginarias.
Sin embargo, no es así porque es real la heterogeneidad ideológica que componen las unidades que sustentan, en toda la nación, a la plataforma del presidente 47°.
Esta composición es obra de Trump quien no es un ideólogo, sino que es un ejecutor histórico.
El hecho de que no sea un promotor de ideología no significa que Trump no tenga una mentalidad política definida y, sobre todo, no implica que no conozca y comprenda el mar inquieto y nunca satisfecho de las ideologías.
La naturaleza personal y de jefatura de Trump se enfoca en la conquista del poder y en la administración del mismo, sin establecer exclusivismo ideológicos, sobre todo, el que vive encerrado en imposibilidades materiales.
Esto explica, enormemente, la existencia de los tres bandos antedichos y que propicien, cada uno de ellos, sus prioridades ganancias lógicas, entrando, en algunos tramos de la carretera, en conflictos que no son virtuales ni que son un montaje.
Los liberales de avanzada presionan usando su poderío económico y la lógica moral subjetiva del liberalismo anclado en la población.
En cambio, los centristas tocan melodías suaves, queriendo imponerse en nombre de una moderación que tendrían, en muchos aspectos, el votante político y económico de bajo perfil.
Les advierte al primer grupo sobre la prudencia en pregonar ideas y propuestas un tanto descomprometidas con la base MAGA, aunque no simpatizan en el fondo con MAGA.
Por último, el lado antiliberal, que no cree en ninguna componenda con el wokismo, puja por influir en que las banderas estratégicas de la administración de Trump ondeen según el viento histórico que destroza los hábitats liberales.
Hablan de un futuro mundial posliberal.
Trump tiene la última palabra.