“Trabajar duro por algo que no nos importa se llama estrés; trabajar duro por algo que amamos se llama pasión.” (Simón Sinek)
COMPLEMENTO DE VIDA.
Cuando somos pequeños, junto con los valores, educación y principios, quienes nos forman nos comparten algo básico para ellos … ¡su credo!
Bien dicen que la palabra “creer” implica aceptar algo como verdadero o cierto sin comprobación; lo cual no sólo puede comprender confianza, sino también ciertos principios que nos llevan a tener una filosofía de vida y principios a seguir en función de ello. Para algunos es doctrina, para otros sería ideología y quizás, en forma más práctica, para el resto, es dejar a otros o a ciertas circunstancias que influyan de tal manera en nuestras vidas que puedan ser decisivas y aminoren la responsabilidad de un actuar pretendido.
De tal manera que algunos podrán atribuirle ciertas características a un ser que consideran supremo o a un fenómeno ajeno a nosotros.
Si bien es común decir “creo en Dios”, esto ha cambiado con el pasar de los años y la forma en que las nuevas generaciones entienden la vida.
Para los primeros, quisiera referirme a que el creer implica una situación de fe, en la cual, confianza absoluta en algo o alguien y existe sin mayor demostración o comprobación. Basta con saber que su origen es el latín y deriva de “fides” que significa “lealtad”, “fidelidad”.
Atendiendo a ello, habrá que considerar que está en la naturaleza humana creer en alguien superior y la mayoría sabemos que tal guía nos inspira a metas superiores a alcanzar, tanto terrenales como posteriores a nuestra muerte.
Y ya que estamos en esto, sabemos que, a través de las plegarias o rezos, nos comunicamos con ese ente superior al cual pedimos y manifestamos nuestros deseos para alcanzar el resultado que nos apremia o deseamos.
En ese contexto, sabemos que ya hay oraciones establecidas de las cuales su leal repetición es íntima, personal y con el fervor que a cada uno satisfaga, aunque ésta se haga de manera pública.
Al final de nuestras vidas y hasta no tener mayor evidencia física o científica, percibiremos que nuestra gloria estará determinada por la trascendencia que demos a nuestros principios y valores y a la convicción con que actuemos de acuerdo con ellos. De ahí que muchos señalen que conforme percibimos el final de nuestros días y ante la incertidumbre de lo que sigue, nos acercamos a los fundamentos de nuestro credo.
En este sentido, si el rezo es un reconocimiento a ese ser superior que nos guía … ¿qué tanta convicción le destinas al hacerlo?
MÁS QUE UNA PLEGARIA.
Desde niño tuve el honor de ser educado en la fe y la verdad, realmente me gusto atender a sus principios. con el tiempo, me fue en ocasiones cumplirlos con sobriedad y exigencia, pero lo hacía; no obstante, de lo que si me alejaba con mayor frecuencia era de compartir los puntos de vista con las personas que dirigían la institución que los procuraba y si bien, los respetaba por ser parte del culto, conforme crecía, mantenía mi distancia sin que ello significará un divorcio.
Ante las dificultades de cumplir o bien, situaciones que me llevaban a cuestionar su aplicabilidad o exigencia, siempre surgía a mi alrededor una voz sensata que me llevaba a recular en cuanto a mis actos o pensamientos hasta tomar la mejor decisión que no fuera en forma alguna en mi contra, considerando en todo momento mis valores, principios e integridad.
Para esos momentos difíciles, quienes me conocían o con los que compartía, siempre me sugerían que me tomara un momento para mí; es decir, que reflexionara hasta encontrar una solución que me satisficiera, invitándome incluso, a utilizar los textos de los rezos como complemento de mis decisiones.
Era tal el efecto que tenían sus consejos que me tomaba el tiempo para iniciar con rezos hasta que tuviera la claridad para analizar las cosas y ver opciones hasta encontrar el camino a seguir; culminando con un agradecimiento y la oración que más se ajustará a mi sentir.
Mis oraciones también surgían para momentos de duelo o situaciones en las que la alegría desbordaba mi espíritu, para este caso siempre aplicaba la premisa “quien es agradecido es bendecido”.
Conforme he ido creciendo y en la plena madurez de mi vida, me he dado cuenta de que me gusta hablar más conmigo mismo, pensar en las personas que son importantes para mí, desearles más que un sentimiento positivo y agradecer a quienes me dieron la oportunidad de ayudarme a ser quien soy, tan falible como humano y tan sensato como imperfecto.
De hecho, he encontrado espacios de reflexión que para muchos pueden resultar inverosímiles; tal es el caso del tiempo que me regalo al caminar durante el día y pensar en mil y un situaciones que se presentan hasta que surgen las que más me atraen, ya sea por su importancia o extravagancia. Una palabra de fe para antes también me tranquiliza, aunque usualmente la oscuridad de mi cerrar de ojos se confabula con los recuerdos de mi mente y me incitan a pensar en más de una oración para quienes han hecho especial mi día.
En fin, siempre me he considerado afortunado por las personas que me han rodeado y las oportunidades que se me han presentado, entendiendo que he dejado pasar muchas, pero con las que he tomado, me he comprometido y son las que me han convertido en un mejor ser humano, sin descuidar en forma alguna lo profesional. En el entendido que esa es mi apreciación y parto de la lógica idea de que soy el que me conozco más, por lo que esperaría no equivocarme.
En una ocasión, mi mamá me dijo algo que tomé como base para mi desarrollo y que hoy comparto con el lector de mi columna … “¡encuentra tus prioridades y no las descuides; bríndales tus acciones, razones y oraciones en la medida que puedas sumar para alcanzar tu tranquilidad y felicidad”.
Esto ha tenido un valor incalculable para mí … ¿conoces tus prioridades?
EL DAÑO DEL ENGAÑO.
En los instantes que le regalo a mi alma para que nutra su esencia con elementos de valor, me gusta atender a detalles de luz o resultados favorables que provocan alegría, bienestar y paz a las personas y que, desde luego, sirven para inspirar a otros.
Lo que no me agrada es ver personas que hacen todo por lastimarse, mutilar sus sueños, distraerse de sus metas o descuidarse a si mismo y a quienes debieran ser importantes para él.
Cuando sucede esto, es válido arrepentirse y enderezar el camino y expresar esto con un sentido “lo siento”; esto que debiera ser de buena cuna y muestra de sinceridad, no siempre corresponde a la realidad.
Esta legítima contrición que debiera ser base para continuar con la construcción del camino pretendido, nace traicionándose a si misma; es decir, no es real ni sentida y, lastimosamente, resulta ser fingida.
Como consecuencia de ello, la enmienda que se pretendía para subsanar el fallo se desvirtúa con un nuevo paso en falso y al continuar, la vereda se torna confusa e incierta, no sólo por el destino que debiera seguir sino por el ser que involuciona de tal manera, que, de seguir así, no sólo perderá el camino sino se pondrá en peligro a sí mismo.
Lo peor es que quien actúa de esta manera recurre a las justificaciones, mentiras y visiones alternas para justificar su actuar, invitando a la penumbra a ser parte fundamental de su vida.
Alguien me comentaba con bastante razón que no hay acción ni oración suficiente, sino hay convicción de cambio y compromiso enmendar los yerros en aras de retornar al objetivo en principio planteado.
Mención aparte merece el perdón a uno mismo por las fallas cometidas; quizás esto sea el escalón más difícil de subir y el que siempre se pretende evitar hasta que se da la zancada.
Quien pretende llamar “vida” a lo que se erige al edificar encima de una base de engaño; se olvida de que esto no dura siempre y la caída será contundente. La decepción que se provoque afectará a todos los que de ella participen y no habrá palabras suficientes para reparar la confianza deteriorada.
En los dichos de la gente al respecto, hay una gran coincidencia, hay mentiras que lastiman hasta un punto fatal y verdades que por fuerte que sean, incentivan a otros a levantarse en paz y encontrar una forma digna de hacerlo.
En cualquier momento, tendremos siempre la opción de elegir como continuar por la senda que nos hemos trazados; sin embargo, el mayor incentivo para hacerlo de acuerdo con nuestros principios es poder mirar al frente para avanzar y de frente con aquellos que se nos presenten al andar.
Dicen que la vida es simple y bella, sin duda que tienen razón; desafortunadamente somos nosotros quienes la complicamos e incluso, caemos en nuestras propias trampas.
En atención a ello, podemos esmerarnos para proseguir de acuerdo con nuestra esencia y siempre recurriendo a los elementos que nos forman. La fe siempre será un recurso para buscar y lograr con ahínco y desde luego, si la tenemos en ese ser superior … ¿HAY RAZÓN PARA PERDERLA CON NOSOTROS MISMOS?
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