AMÉRICA LATINA Y EL MUNDO
POR AYAT SOLIMAN*
Washington D.C.- Aunque tener un empleo es una vía esencial para superar la pobreza, no todos los trabajos son buenos trabajos. Y si bien el empleo en general en América Latina y el Caribe (ALC) se está recuperando de manera lenta, la calidad se ha deteriorado desde el comienzo de la pandemia en 2020.
DESAFORTUNADAMENTE, las mujeres en particular se han visto afectadas por este problema. Esta es una dinámica preocupante que podría llevar a agravar las brechas de género en diferentes dimensiones.
La disparidad de género en la calidad del trabajo es un tema destacado en la última actualización regional sobre pobreza del Banco Mundial titulada “De la infección a la inflación” (PDF), y es una cuestión que merece más atención.
Por lo tanto, una pregunta clave que debe hacerse es: ¿Cómo varía la calidad del empleo entre hombres y mujeres en la región de ALC? En general, la disparidad de género es más pronunciada en los ingresos y la seguridad laboral, y se observa en todos los sectores económicos.
Calidad del empleo para los hombres y las mujeres en América Latina y el Caribe
El índice de calidad del empleo (JQI, por sus siglas en inglés) resulta ser una herramienta útil para responder esta pregunta.
Este índice combina cuatro dimensiones que caracterizan a un “buen” empleo:
1.- Ingresos por encima de cierto umbral, en este caso la línea de pobreza de USD 6,85 al día, según la paridad del poder adquisitivo.
2.- Beneficios, que en este caso significan salud o jubilación.
3.- Seguridad, es decir, el trabajo es permanente o estable
4.- Satisfacción, representada por el hecho de que el trabajador no tiene un segundo empleo.
Los valores del JQI oscilan entre 0 y 1, e indican una calidad del trabajo de baja a alta. Los ingresos por encima de la línea de pobreza son una condición necesaria para que el JQI sea mayor que cero.
Según el JQI, tanto los hombres como las mujeres de la región tienen trabajos de baja calidad. Sin embargo, a nivel país, las mujeres empleadas realizan incluso trabajos de menor calidad que los de los hombres (excepto en Honduras y Panamá, donde no hay una diferencia importante).
También existe una variación sustancial en el tamaño de la brecha de género en cuanto a la calidad del trabajo entre países, correspondiendo la disparidad más alta a Perú, Bolivia y Colombia. Además, la disparidad regional observada en la calidad del empleo (frente a las mujeres) se mantiene en todos los sectores: agricultura, industria y servicios.
La mayor brecha de género se encuentra en la agricultura (0,14) y la menor en la industria (0,02), aunque este sector concentra solo el 11 % de las mujeres trabajadoras de la región.
La pandemia amplió la brecha de género
Como se menciona anteriormente, las diferencias de género en la calidad del trabajo son claras cuando se comparan los datos en las cuatro dimensiones. En cuanto a las cifras regionales, el 66 % de las mujeres empleadas tiene un trabajo que satisface los criterios de ingresos, lo que significa que ganan por encima del umbral de pobreza de USD 6,85 al día (PPA de 2017), mientras que la proporción entre los hombres empleados es más elevada, 80 %.
La dimensión en la que a ambos registran peores resultados es en los beneficios, donde solo los reciben el 45 % de las mujeres y el 47 % de los hombres. Se observa una brecha de género importante en la dimensión de la seguridad laboral, donde un 59 % de las mujeres realizan trabajos seguros en comparación con un 66 % de los hombres.
Los datos no se relacionan solo a empleos, sino a buenos empleos… Si bien la ocupación en general en América Latina y el Caribe (ALC) se está recuperando de manera lenta, la calidad se ha deteriorado desde el comienzo de la pandemia en 2020: BM
Índice de calidad del empleo en ALC (último año disponible)
La satisfacción laboral, representada por no tener un segundo trabajo, es donde registran mejores resultados (80 % y 85 %), pero esta conclusión debe interpretarse con cuidado. Las limitaciones de datos impiden capturar completamente.
la “satisfacción laboral”, y hay muchas otras razones por las que los hombres o las mujeres no aceptan un segundo empleo (además de sentirse satisfechos con su trabajo principal)
Está demostrado que las mujeres de la región (y de todo el mundo) perdieron sus trabajos en una proporción mucho mayor que los hombres durante la pandemia. Pero hay más. Los datos muestran que la brecha de género en la pérdida de empleos durante la pandemia se amplió más en los países con mayor concentración de mujeres en empleos de baja calidad.
La brecha de género en la pérdida de empleo en oposición a la calidad del empleo
El deterioro general del JQI ha sido impulsado por menores beneficios y seguridad laboral en comparación con las estadísticas antes de la pandemia, pero la magnitud de la variación no es la misma para ambos géneros.
Ecuador, Perú, Bolivia y Colombia muestran la mayor caída en el JQI de las mujeres empleadas, y esto se debe a un descenso mayor en las dimensiones de los beneficios promedio y la seguridad laboral que la observada entre los hombres empleados. La satisfacción contribuye en menor medida a la caída de la calidad, aunque se observan bajas importantes en el caso de las mujeres en Bolivia y Ecuador. Los más afectados por las reducciones de los ingresos han sido las mujeres en Perú y Ecuador, y los hombres en Panamá.
Variación (%) en las dimensiones del índice de calidad del empleo entre las mujeres empleadas. 2021 frente a 2019
Los factores más importantes de predicción (PDF, en inglés) de la calidad del empleo son la educación, el sector de empleo y la ubicación urbana.
Sin embargo, estas variables no operan por igual para hombres y mujeres. En el caso de las mujeres en ALC, esto no se trata completamente de un problema de falta de habilidades: en promedio, tienen un nivel educativo más alto que los hombres y, sin embargo, participan menos en el mercado laboral.
Cuando lo hacen, tienen trabajos de menor calidad.
La explicación radica en las limitaciones adicionales que enfrentan las mujeres para acceder a las oportunidades económicas, como la mayor carga del trabajo doméstico y de labores de cuidado y su menor participación en las áreas educativas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (CTIM). Se necesita adoptar más medidas para elevar la calidad —no solo el nivel— del empleo femenino.
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Autor:
Ayat Soliman*Directora de Estrategia y Operaciones del Banco Mundial para América Latina y el Caribe. |
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