VOCES
DEL DIRECTOR
Mouris Salloum George
EL CAMBIO climático está planteando a los países desarrollados exigencias que muchos no quieren cumplir. Se vio en la reciente cumbre ambiental, COP 29 —en Bakú, Azerbaiyán-, en la que bajo fuertes presiones aprobaron destinar una suma de 300 mil mdd en fondos anuales para apoyar las urgencias y reclamos relacionados en los países en desarrollo —a diez años—, lo que fue considerado como insuficiente por muchos de los activistas y expertos ambientalistas.
Las naciones más desarrolladas —hoy agrupadas en la OCDE, el “club de los ricos”— históricamente acudieron puntuales a la cita con el despegue industrial y económico. Durante siglos se dieron vuelo con los recursos renovables y los no renovables. Invadieron territorios, desataron guerras, colonizaron a diestra y siniestra.
Muy cierto, hasta el punto de que dejaron regiones del planeta en niveles de alto riesgo para la sobrevivencia de las especies de flora y fauna mayor; y en consecuencia, muchas comunidades quedaron empobrecidas, con hambrunas presentes y futuras como amenazas existenciales.
No es exagerado. Desde hace décadas, diversas ONG, expertos independientes y representantes gubernamentales, vienen advirtiendo al respecto que los recursos han sido sobreexplotados y el desarrollismo sin equidad y sin aprovechamiento racional de los recursos, es insostenible; es un modelo inviable.
Por eso la ONU adoptó —tardíamente, en 2015— ciertos objetivos de acción climática en la denominada Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible. Esto implicó un conjunto de compromisos de los gobiernos en un intento para replantear el modelo de desarrollo consumista.
Aunque no convence a ciertos intereses, fue aprobada por consenso; es lo más elaborado que el mundo tiene en la materia y sobre tal base hay que avanzar.
Uno de los requerimientos adoptados fue retomar los compromisos del Acuerdo de París —de 2015, en la COP21—, que estableció una base para comprometer a los gobiernos a “reducir sustancialmente las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero”. Se fijaron el objetivo de manejar el calentamiento global en superficie a niveles preindustriales en menos de 2.0ºC, y llevarlo a 1.5ºC a largo plazo; con carácter urgente. Sin embargo, al paso de una década se ha visto que muchos no han cumplido.
Lo peor es que entre estos están algunos de los países que históricamente son los que más han contaminado al planeta, como Inglaterra y Estados Unidos, así como algunos de la Unión Europea y de Asia.
En el seno de tales naciones han brotado presiones de grupos de poder oscuros que no solo niegan el calentamiento global, sino que están pidiendo eliminar o reducir las regulaciones ambientalistas, que según ellos les restan competitividad industrial y comercial.
También, en la carrera hacia el desarrollo económico se sumaron algunas naciones hasta hace poco muy rezagadas, que hoy están entre las más contaminantes del planeta, como China, India, Paquistán y otras. Su responsabilidad es mayor, porque son territorios sobrepoblados, cuyas emisiones contaminantes —por lo mismo— son mucho mayores.
El caso es que —independientemente de las motivaciones e intereses de cada país—, planeta solo hay uno, y debe ser una exigencia de todos y para todos supeditarse a las metas ambientalistas mayoritariamente aceptadas.
El mundo ha vivido en estos años desastres naturales como sequías e inundaciones, paradójicamente; también huracanes de máxima potencia destructora, tormentas de nieve letales y olas de calor que han dejado miles de muertes evitables, solo como aviso de algo peor.
Es legítimo y un acto de justicia que los países más desarrollados tengan que poner más recursos de su parte, ante el gran desafío del calentamiento global que atraviesa la humanidad. La orgía belicista de Estados Unidos y sus aliados, con su enorme gasto militar, debe denunciarse en todos los foros, con persistencia; no solo porque amenaza la paz mundial y arroja un saldo infrahumano de muerte y dolor, sino por contaminante en extremo.
Se acabó la fiesta —así lo dicta el cambio climático—, y es hora de limpiar el tiradero. Sin pretextos, o todos pagaremos con elevados intereses. Y hay que reiterarlo; tienen que poner más quienes se sirvieron la tajada del león. Esa debe ser la consigna planetaria. Y no debe ser una opción, sino una obligación
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Autor:
Mouris Salloum George Director general del Club de Periodistas de México, A.C. Periodista, escritor y analista, con una extensa trayectoria en el periodismo en México. |
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