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Todos son palos de ciego

Navegamos los mexicanos en los mares procelosos de los asesinos rurales, de los sicarios internacionales, de las policías gabachas acreditadas para matar en territorio nacional, hasta la intromisión de los manipuladores encriptados del Facebook, más peligroso que un tugurio o una pistola, según El Cabo, legendario matón de la serie sobre El señor de los cielos.

Todos son palos de ciego. Los manejos de la seguridad, en las plazas de los pueblos, en las oficinas federales y en los convenios internacionales sólo son un negocio de donde todos quieren sacar la mayor tajada. Unos para medrar, otros para encubrir, otros para sobornar, pero todos para ganar, a costa de quien sea.

Los jefes policiacos saben quién es quién en delincuencia

Don Roberto Cruz, jefe de la policía callista confiaba en Chihuahua cómo había acabado con la criminalidad: colgó del cuello cuatro cadáveres de asesinos sobre los caminos de entrada a la Ciudad de México, uno en Iztapalapa, otro en Topilejo, uno más en Contreras y al último en Santa Clara, ¡y santo remedio!

Las hazañas de Valente Quintana en el avilacamachismo contra las bandas de narcotraficantes del Centro Histórico, jefaturadas por Paco el elegante, las hazañas de la Brigada Blanca, al mando de Nassar, Tanús, Slim Helú y Obregón Lima, que descubría a los delatores y chivatos haciéndoles suicidarse por propia mano…

… por medio de los famosos “pasos de ganso” (con la matona en la sien, inhalaban de un solo jalón una gruesa línea de coca, esparcida entre el hombro y la mano del sentenciado), en las habitaciones de los hoteles de San Juan de Letrán, así como sus atinadas intervenciones para liberar docenas de comerciantes libaneses y judíos víctimas de secuestro exprés.

Las hazañas de balaceras cuerpo a cuerpo contra los señalados terroristas de ocasión por la DFS, aunque después les cobraran en cantidades industriales los delitos en los interrogatorios de Tlaxcoaque, en “El Metro” o “La Disco” de los sótanos de tortura de la policía política, porque todo lo demás era lo de menos.

Los mandos policíacos o los jefes de sector de todos los cuerpos policíacos imaginados siempre han sabido con toda anticipación de parte de quién viene tal o cual operación, quien comparte o no “la copa”, quien se ha bañado en tina o en regadera, como señalan en la jerga de los bajos mundos.

Mitos distractores que han retrasado la ejecución de la justicia

La seguridad pública ya no debe ser el sólo perseguir con toda la fuerza del Estado a los legendarios Beto pelotas, Hugo bocinas o El tanque Rosales. Aparte de innecesario, es riesgoso, pues colocan siempre en estado de sitio a Tepito y a la Colonia Morelos, como si buscaran a algún estudiante martirizado en Ayotzinapa o ejecutado en Tlatlaya.

Tampoco se trata de que los mexicanos volvamos a caer en el eterno garlito de creer en prohombres leyenda o policías de titanio, construidos a base de mentiras, confiando en que tienen la varita mágica para acabar con todos los problemas. Pasamos demasiado tiempo con esa venda en los ojos, hasta que supimos que sólo eran torturadores de infelices y abandonados.

Los sambenitos rurales, las fracasadas leyendas de la seguridad nacional, la inocencia de confiar ciegamente en‎ los reportes de los mandos de patrullas urbanas, los mitos sobre el terrorismo, la conjura y la disolución social lo que han hecho simplemente es retrasar la ejecución de la justicia, distraernos del principal objetivo.

Los verdaderos jefes, en el Imperio; aquí, esquiroles de la Patria

Mientras el gobierno nos distrae con notas rocambolescas de éxitos económicos imaginarios, pleitos de comadres del mismo lavadero, aciertos industriales de maquila, derroches presupuestales, episodios de ajusticiamientos entre bandas, observamos en la realidad cómo todo lo que conocimos se va a la basura.

 

 

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