“La vida no se trata de encontrarse a uno mimo, sino de crearse a uno mismo.” (George Bernand Shaw)
LAS CHARLAS.
Cuando el tiempo pasa y coincidimos o nos reunimos con amigos, conocidos o parientes, es sumamente común preguntarnos como estamos, como nos ha ido o simplemente, platicar de todo un poco y de nada en concreto.
Desde luego que no falta que preguntemos por otras personas con las que tuvimos relación y sepamos de sus vidas; en el entendido de que, a mayor conocimiento, seguramente tendremos más detalles de ellos y muchos más momentos que recordar.
En ocasiones, por alguna situación personal, cuestionamos más sobre el paradero de otros hasta saber lo más posible; en fin, los temas de conversación nunca faltarán cuando se trata de personas que por alguna situación son o fueron importantes para nosotros o, cuando menos, tuvieron nuestra atención.
Dentro de ese contexto, muy probablemente saldrán a relucir los triunfos y fracasos de otros y aunque no conozcamos bien las circunstancias o razones, siempre estaremos ávidos de hacer nuestros comentarios que expliquen o justifiquen lo que ha pasado.
Desde luego que pondremos más interés, en los casos de aquellos que destacaron por sus logros, conocimientos o riquezas; siempre habrá lugar para reconocimientos y envidias, aunque también debiéramos indagar en los hechos que los llevaron a la consecución de esos objetivos.
Usualmente, una vez que conocemos de ellos, nos damos tiempo para una reflexión de hasta donde han llegado y también esto es legítimo y muy humano, aunque tendemos a compararnos y comentar sobre las mayores coincidencias que encontremos, con todo y que a veces son ejercicios caprichosos que en nada corresponden a la realidad. Es sólo … ¡hablar por hablar!
Es válido tomar a otros como parámetros o referencias de nuestro actuar; reiterando que hacerlo sin llegar a la obsesión de cuestionarnos sobre valor alguno en cuanto a lo logrado o a la persona.
Entender que cada uno tiene su historia y como tal, ha decidido en función de sus propias circunstancias e intereses es partir de una base sana.
Atendiendo a este contexto y con el propósito de una introspección, vale la pena preguntarnos … ¿qué entendemos por éxito?
EL SIGNIFICADO.
Si partiéramos de que el éxito es aquella satisfacción que obtenemos de una acción normalmente propia, considerando ciertas circunstancias y es contraria al fracaso; podríamos estar en la posibilidad de cuestionarnos el grado de complacencia con nuestra vida.
Para tal efecto, habrá que considerar que no hay lugar a distracciones con elementos externos, el éxito atiende a una situación subjetiva y eminentemente personal.
En pláticas que he tenido con amigos referente al tema, la mayoría coincidimos en que cada uno de nosotros labra su propio éxito atendiendo a nuestra meta de vida o bien, objetivos parciales.
Pretender uniformar los éxitos sería en vano, toda vez que hay tantos resultados como personas en el mundo.
No obstante, de lo que me he percatado, es que tal pareciera que el éxito y su nivel de satisfacción, lo podríamos considerar en función de tres acciones: ser, hacer y tener.
Para muchos, su éxito está encaminado a la consecución de bienes que acumulan y les generan riqueza; en ese sentido, la opulencia en que habitan o los valores y dineros que integran su patrimonio, son una muestra de que tan lejos han llegado.
¿Cuántas veces no se identifica una persona de éxito por el sitio en que vive, por el coche que tiene, la ropa con que se viste o sus estados de cuenta?
Atendiendo a ello, si su grado de satisfacción se da en función a sus propiedades o posesiones, su fracaso estará supeditado a la ausencia de bienes.
Seguramente, esto es resultado de la manera en que sus facultades le han permitido aprovechar las circunstancias que la vida le ha presentado.
Considerando esto, entendería que su grado de frustración sería del tamaño de sus expectativas no cumplidas y, concretamente, de las utilidades no generadas.
Por otro lado, cuando el éxito radica en un hacer, estamos en presencia de una persona con una capacidad científica o técnica sumamente especial o un conjunto de habilidades que lo diferencian, lo cual sumado a su voluntad, da por hecho un resultado que trasciende a su comunidad.
La utilidad que encuentren otros de sus resultados y el reconocimiento a su labor, lo llevarán al éxito.
A falta de logros, la ausencia de éstos presupondrá que no genero algo distinto y como consecuencia, seguirá en búsqueda de su objetivo.
Su decepción será constante hasta en tanto no logre su meta.
De ahí que los inventores que no alcancen a registrar su patente, pese a su genialidad, pueden sentirse rezagados frente a quien si lo hizo.
Algo que debería ser motivo de aplauso o festejo, para ellos pudiera no ser suficiente y si bien, esto pudiera resultar ejemplo para todos, la ironía es que para esa persona no y difícilmente se considerara exitoso.
Finalmente, está el individuo que ve en su esencia, en su ser, su perfección.
La generación de virtudes o bien, la suma de éstas en aras de sus valores, principios, convicción y fines como ser humano, tenderán a llevarlo a su plenitud.
Es curioso, pero el hecho de considerarse un ser perfectible conforme a sus yerros, fallos y equivocaciones no serán muestra de derrota, sino al formar parte de un proceso, estará en camino a ser su mejor versión posible; sin embargo, al no depender de otros, no hay lugar a comparaciones o referencias.
Sin duda que, con estas tres opciones de éxito, nos damos cuenta de lo difícil que es conocer al ser humano y máxime, cuando somos partícipes de combinarlas en aras de nuestra individualidad.
Detente un momento a pensar en tu caso, principalmente … ¿qué determina tu éxito: “el ser”, “el hacer” o “el tener”?
UN PRINCIPIO BÁSICO.
Una vez vista la forma en que se presenta el éxito, vale la pena analizar el principio fundamental de la felicidad.
Tanto en libros como al comentarlo, me he percatado que el punto de partida es algo tan simple como complejo: “haz lo que amas”.
Ya lo dijo Confucio: “¡Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida!”.
Al actuar amando lo que deseamos y lográndolo, estaremos en camino de la plenitud a la que llamamos éxito; nuestro nivel de satisfacción estará al tope y, por increíble que parezca, es condición humana ir por más.
Cuando hay amor, no hay obligación de hacerlo; por el contrario, hay una convicción por lograrlo. Con cada paso que se da y se logra resulta gratificante estar en el camino con un objetivo claro, hay más entusiasmo por llegar y beneplácito por lo avanzado.
Durante mi vida, he visto a muchas personas que se han identificado con esta forma de éxito y me encanta escuchar sus historias; a veces son tantas las cosas que puedo aprender de ellas que sin proponérselos me dan elementos para mi toma de decisiones. De hecho, no hay experiencias que se pierdan al contarse pues todas y cada una de ellas tienen una gran valía.
En cuanto a escuchar a otras personas sobre sus éxitos y lo que les ha representado para sí y sus familias; es válido aplaudir su esfuerzo y tenacidad.
Alguna vez me dijeron que no todos tenemos los mismos objetivos y realmente sentí alivio, habiendo tanta diversidad de opiniones y seres resultaría sumamente aburrido pretender que sólo hay una manera de ser.
En lo personal, siempre vínculo este principio con mi forma de ver la vida.
Mi interés es ser la mejor versión de mí a cada día, a cada paso.
Es lindo disfrutar cada etapa en el trayecto y, como todo proceso, sentir que cada mañana tengo la oportunidad de aprender y dar lo mejor de mí en todo lo que haga y para todos los que me importan.
A veces es imposible hacerlo con todos los que me rodean porque es muy difícil a tratar con ellos en un mundo de sumo acelere.
En ese contexto, si puedo compartir con los demás de la manera en que me gusta que me traten, es un complemento de mi esencia.
Por lo que hemos escrito, sabemos que hay otras formas de éxito; sin embargo, “el tener” y “el hacer” son metas respetables para las que no he sido educado ni el tiempo me ha formado.
Cuando me veo en el espejo, soy feliz, estoy satisfecho y encuentro mi plenitud con esta forma de sentir y actuar; así lo vi en casa y con el tiempo aprendí mucho de la razón por la que se esmeraron tanto en mostrarme este camino.
En fin, agradezco tanto a quienes me aportan que nunca tendré palabras suficientes, más que el compromiso honesto de mostrarlo en mis actos.
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